Entrando ya en materia, expondré desde dos puntos de vista fundamentales los motivos por los cuales hay que ir a la encerrona: La novillada en sí y el contexto social que ésta conlleva.
El primer recuerdo que tengo de Juan es del año 2011, tenía yo, al igual que él, 16 años. Fue en la noche del tradicional Festival Nocturno de La Macarena y le correspondió a Juan de Castilla lidiar al sexto novillo de la noche, de nombre Mucamo y del hierro de la extinta ganadería La Carolina. Para ser sinceros no recordaba muy bien la faena en sí y por eso recurrí al video que adjunto; lo que si recuerdo es saber que esa noche habíamos visto a un señor torero que teniendo mi misma edad paseaba por el ruedo dos orejas de ley.
Me transporto hasta el año pasado, pues fue la última vez que vi a Juan en vivo. Novillada de feria, compartía cartel con el entonces novillero Roca Rey y Santiago Sanchez. Lidiaron novillos de El Paraiso. Triunfó Juan tras bordar el toreo con Lanzador, un precioso jabonero que vendió cara su muerte.
Hasta el sol de hoy las noticias que nos llegan desde España son pocas pero siendo el triunfo la constante. El 20 de septiembre debutó en Las Ventas y rozó la Puerta Grande.
Una oreja para Juan de Castilla en su presentación from Plaza de Toros de Las Ventas on Vimeo.
Así llega Juan de Castilla a Medellín, lleno de ilusión tras la ardua preparación en suelo ibérico y con ganas de demostrar que Colombia tiene en él torero bueno para rato.
Para la novillada de cierre de feria el 14 de febrero un acto de valor: Juan de Castilla se encierra con 6 novillos de diferentes hierros y procedencias.
Si bien el solo gesto de matar una novillada en solitario es suficiente para que todo aquel que se considere aficionado vaya, el ingrediente de ver a un novillero con madurez y 6 novillos de diferente comportamiento son dos motivos adicionales para que a La Macarena no le quepa un alma.
Los novillos anunciados en el cartel corresponden a las siguientes ganaderías y encastes:
- Vista Hermosa (Santa Coloma via Buendia)
- Achury Viejo (Conde de la Corte)
- Ernesto Gutierrez (Murube-Santa Coloma)
- El Paraíso (Domecq)
- Santa Bárbara (Domecq)
- Rincón Santo (Domecq)
En el ruedo el plato está servido y a quien no le parezca atractivo lo invito a que revalúe su afición.
Pero tras la novillada hay un componente social que personalmente me parece importante resaltar. El mundo del toro ha sido estigmatizado, entre muchas otras cosas, como un pasatiempo de la gente adinerada, en el que solo triunfara quien tenga muchos recursos económicos y donde si usted no tiene la chequera llena será rechazado.
Soy consiente de que todo al rededor de los toros es costoso, pues desde lo más fundamental que es criar al toro bravo todo tiene un precio elevado, asimismo jugarse la vida en el ruedo trae consigo una alta remuneración económica.
Hablaré entonces de Juan Pablo Correa, aquel joven de 21 años nacido el 7 de septiembre del año 1994 en el barrio Castilla de la ciudad de Medellín, barrio tradicional de Medellín pero que, lastimosamente, tras la ola de violencia que sufrió la ciudad fue catalogado como "peligroso". Barrio de gente humilde, buena y trabajadora, nunca pensó dar a luz a un joven que se iba a destacar en el mundo del toro. Realmente desconozco en profundidad la infancia y adolescencia de Juan, pero realmente no es en eso en lo que me quiero centrar.
Bien dijo el ganadero don Victorino Martín "La tauromaquia no tiene color político; no es de izquierdas ni de derechas, ES DEL PUEBLO" Y es que los toros son de quien tenga la capacidad de sentirle y así lo hizo Juan.
Hoy Juan Pablo Correa es el símbolo inequívoco de ésto. El muchacho que de un barrio humilde surgió en un mundo "de ricos" a costa de querer las cosas, trabajar y sudar por conseguir sus sueños. La más clara muestra de que con perseverancia y amor las metas se cumplen.
Ahora llega Juan Pablo Correa al barrio que lo vio crecer convertido en Juan de Castilla; los niños le ven entrenar su toreo de capote y de muleta en una cancha de arenilla y una vez más el humano corriente que hay tras un traje de luces se convierte en EL TORERO, quien a la vista de aquellos niños le ven como héroe a pesar de no entender la danza que Juan realiza con su capote.
Lo realmente valioso de la historia social detrás de Juan de Castilla es ver al ser humano que luchó por sus sueños y a pesar de ser el héroe vestido de luces sigue siendo aquel Juan Pablo Correa, un joven orgulloso de su familia y de su barrio Castilla, símbolo de que cuando se quiere se puede.
Todo lo anterior lo escribo porque admiro a Juan Pablo Correa y a Juan de Castilla y creo que la mejor manera de agradecerle por su ejemplo de vida es llenando La Macarena el 14 de febrero. Juan ya ha hecho su parte, su sacrificio, ahora ¿cómo no hacerlo nosotros siendo aficionados?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.